La Cabalá (el Legado)


La doctrina de lo oculto de los místicos judíos explica en forma alegórica el proceso y el objeto de la Creación, el descenso y el ascenso del alma, el propósito de la vida y la fuente de la existencia. Pretende interpretar los sentidos ocultos de los cinco libros de la Torá (Pentateuco) y en éllos busca la revelación. Esta sabiduría comenzó a recopilarse entre los siglos 12 y 13 en el sur de Francia y en el norte de España y se encuentra codificada en antiguos libros como el “Sefer Yetzirá” (Libro de la Creación)
y el “Zóhar” (Libro del Resplandor). El trauma de la expulsión de España influyó en la difusión de estos textos en la búsqueda por la ansiada Redención (Gueulá).

De acuerdo a la Cabalá el Dios infinito se contrae (Tzimtzum) para crear a través de sus emanaciones (Haatzalá) lo finito, o “el deseo de recibir”. “Esta fuerza superior e inefable dió nacimiento a los mundos superiores. Hay cinco mundos en total que constituyen la revelación divina que es lo que podemos conocer de Dios. Les sigue el “Majsóm” (Barrera) que separa los mundos superiores de este mundo. Es decir que desde “el mundo del Infinito” descienden las fuerzas a través de todos los mundos dando vida al nuestro y a los seres humanos. “Ein Sof” es nuestro estado inicial, y ahí existimos como un sistema de almas único, unificado y
completamente interconectado. Es la fuente a la que eventualmente retornamos.

La Cabalá afirma que este mundo “Maljut” (Reino) es la esfera más baja y vulgar de las diez esferas o “Sefirot” que contienen y por donde transcurre la Luz divina de la “Briá” (Creación) a partir de la esfera superior “Keter” (Corona). “Haolam Hazé” es la realidad mundana que perciben subjetivamente los cinco sentidos y alimenta el ánsia instintivo por el placer. El deseo es consecuencia del sufrimiento y nos impulsa a buscar el poder, el dinero y la fama. Este es el nivel más primitivo (animal) del hombre. Por medio del estudio de los secretos de la Creación se puede despertar un sexto sentido, el “Nitzotz” (Chispa) de la espiritualidad. A través de la contemplación el alma se corrige (Tikún). Del mezquino estado de “voluntad de recibir” se eleva al de “voluntad de recibir para influir”, es decir, dar, hacer el bien y así atraviesa el “Majsóm” para ascender extáticamente a los mundos superiores. “Si igualamos nuestros atributos internos con los de la Luz Superior, alcanzamos un nivel de perfección y eternidad que se llama “el mundo del Infinito”, es decir, vida eterna y plenitud absoluta”.

El árbol de la vida o Etz Hajaim

El rabino cabalista Isaac Luria (Haarí) que vivió en la ciudad galilea de Zefat en el siglo 16 aportó una visión singular sobre el significado del acto de la Creación y el papel del hombre en la realidad en que vivimos al afirmar que los recipientes de los mundos inferiores no pudieron contener la intensidad de la Luz del Bien divino y se rompieron (Kilkul). El Bien divino se dispersó por todo el mundo y se encuentra oculto bajo la Impureza (Tumá). A través de la oración, de las buenas acciones y del cumplimiento de los mandamientos es posible descubrir esas chispas divinas dispersas y elevarlas de nuevo a su condición sagrada y perfecta. Esa es la tarea que le corresponde al creyente en el Plan divino. Solo así es posible vencer la Impureza y redimir al mundo.

Los 72 nombres de Dios

La Cabalá tiene además un aspecto práctico. El conocimiento de la interacción entre las fuerzas de las diez emanaciones-esferas y los 22 senderos que las conectan, que simbólicamente conforman el diagrama del “Etz Hajaim” (Arbol de la Vida), así como la influencia de las intenciones al orar y de las buenas obras sobre esos mundos superiores, permiten no solo sublimarse espiritualmente sino también influir sobre la realidad y obrar milagros de sanación. El cabalista utiliza para tales efectos el poder contenido en los 72 nombres de Dios y en ciertas combinaciones de las 22 letras del alfabeto hebreo que es el idioma que usó Yahvé para la
Creación.

Las 22 letras del alfabeto hebreo

A los que les interese el tema les sugiero consultar los libros del catedrático Guershom Scholem.

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