Los judíos son los descendientes del pueblo hebreo y del antiguo Reino de Judea que fueron los primeros en prohibir la idolatría y creer en un solo Dios invisible al que adoraron en el Templo del Rey Salomón en la Jerusalén fundada por el Rey David. Durante milenios los judíos han practicado los mandamientos de Moisés revelados por Yahvé en la Torá o Pentateuco y han transmitido de generación a generación la ancestral sabiduría rabínica producto del estudio contínuo de los preceptos del Antiguo Testamento de la Biblia.
En tiempos de Jesús la Judea monoteísta estaba sometida al Imperio
Romano que era idólatra. Los judíos estaban esperando un Mesías
prometido hacía siglos por sus Profetas. Muchos esperaban al Mesías
Guerrero de la Dinastía de David (Mashiaj Ben David) que los liberaría
del yugo romano y de los impostores del Templo para conseguir la
redención nacional (Gueulá). No todos estaban preparados para recibir
al Mesías Sufriente que ofrecía el Camino a una redención personal a
través del arrepentimiento sin la cual no habría redención nacional. Ese
Mesías, conocido como Mashiaj Bar Yosef, asumiría los pecados del
pueblo y moriría a manos de Roma.
¿Rechazaron todos los judíos a Jesús tal y como tradicionalmente se
afirma?. Entre los judíos siempre hubo gente buena y gente mala como
en todas las religiones y naciones del mundo. Si leemos los Evangelios
veremos que “los judíos” recibieron al Rabí Yehoshúa Hanatzerí de
diversas maneras. En Judea y en la Galilea la mayoría del pueblo
(campesinos, pescadores, pastores, jornaleros y marginados)
consideraban a Jesús un Profeta de Dios y escuchaban con fervor sus
prédicas en las sinagogas, en el Templo y en los campos. Un ejemplo
ilustrativo de esos calurosos encuentros lo tenemos en la Multiplicación
de los Panes y Los Peces donde más de cinco mil judíos sin contar
mujeres y niños escuchaban devotamente sus enseñanzas (Mateo
14,13…). O en Marcos 8, 27: “Salió Jesús con sus discípulos hacia los
pueblos de Cesarea de Filipo y les hizo esta pregunta: ¿Quién dicen los
hombres que soy yo?. Ellos le dijeron: Unos que Juan el Bautista, otros
que Elías y otros que uno de los profetas. Y El les preguntó: ¿Y ustedes
quién creen que soy yo?. Pedro le contestó: Tú eres el Mesías”… O
Mateo 21, 10 donde dice: ” Y al entrar él en Jerusalén toda la ciudad se
conmovió. ¿Quién es éste?, decían. Y la gente decía: Este es el profeta
Jesús de Nazareth de Galilea”. Otros judíos fueron inicialmente sus
Apóstoles, seguidores y discípulos pues creyeron que era el Mesías
esperado (Mashiaj en hebreo). ¿Por qué se omite que en Hechos 2, 41
se afirma que después de la crucifixión y resurrección de Jesús tres mil
judíos se convirtieron al escuchar el discurso de Pedro?. En Hechos 2,
47 se dice claramente que los primeros cristianos de la Iglesia de
Jerusalén “gozaban de la simpatía de todo el pueblo judío”.
Otro grupo de judíos, la oligarquía de los Herodianos, que eran unos
romanófilos corruptos, y que en ese entonces estaban encabezados por los sacerdotes del
Templo (como Anás y Caifás) intrigaron para matarle. No siempre hubo
sacerdotes así en el Templo de Jerusalén. Antes de la criminal purga
que hizo Herodes el Grande hubo sacerdotes como Zacarías, padre de
Juan Bautista, un hombre “justo” según el Evangelio de Lucas.
Podemos concluir entonces que para la mayor parte de los judíos del
pueblo Jesús era un Profeta y para sus discípulos también judíos era el
“Mashiaj”, el Ungido esperado.
La acusación colectiva de deicidio tendría funestas consecuencias para
todos los judíos aunque era posible comprobar que los que llevaron a
Jesús a la Cruz tenían nombre y apellido. Hacía tiempo que el Sumo
Sacerdote del templo de Jerusalén era nombrado a dedo por Herodes el
Grande y luego por el Legado romano de Siria. Todos los clanes
familiares de la oligarquía que ocupaba cargos importantes en la corte
de los reyes de la dinastía Jasmonea fueron sustituídos violentamente
durante el reinado de Herodes el Grande por familias judías de
oportunistas leales al régimen traídas de Egipto y de Babilonia. Tal es
el caso de clanes como los Zamaris-Bnei Batira, los Fiabi, los Baitós y
los Janán. De este último clan familiar provienen Anás y Caifás que son
los sumos sacerdotes desde el año 7 al 15 y del 16 al 36 del S. I
respectivamente. La criminal purga de Herodes y la designación de
estos impostores vendepatria para administrar los asuntos del Templo
provocó la indignación del pueblo. Al voltear las mesas de los
cambistas y vendedores Jesús exclamó que habían convertido el
Templo en guarida de bandidos (Mateo, 21 12).
Aclaremos también quién fue el Prefecto romano Poncio Pilatos (se les
llamó “procurador” solo a partir del año 44). Según el testimonio del
filósofo judío Filón de Alejandría Pilatos era: “de carácter inflexible y
duro, sin ninguna consideración, su prefectura se caracterizó por su
corrupción, robos, actos de violencia, ofensas, brutalidades,
innumerables condenas sin proceso previo y una crueldad sin
límites”…Esta descripción contradice la imagen pasiva que los
Evangelios y la iglesia nos presentan de Pilatos durante la Pasión.
Seguramente al redactarse siglos después la versión final de los
textos canónicos, la Iglesia no quizo provocar represalias contra los
cristianos por parte del poder imperial de Roma denunciando a su
prefecto en Judea como el verdadero verdugo de Cristo.
Pilatos ya había tenido varios encontronazos con los judíos. El
evangelio de Lucas 13, 1 se refiere a sus desmanes: “En esa misma
ocasión había allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya
sangre Pilatos había mezclado con la de sus sacrificios”. Era tan
insensible con las creencias de ese pueblo monoteísta que hasta trató
de introducir imágenes en Jerusalén y construir un acueducto con los
fondos del Templo de Yahvé. Como prefecto desde el año 26 E.C. tuvo
que enfrentarse con el movimiento disidente de los rebeldes zelotes.
Había hecho preso a Barrabás (Bar-Aba) que era uno de los guerrilleros.
Así que temía que un líder popular sublevara a ese pueblo monoteísta
contra el imperio romano pagano. Es de suponer que la “Entrada
Triunfal” a Jerusalén del “Hijo de David” (Rey de los Judíos) cabalgando
sobre un pollino y rodeado por una multitud alborozada de judíos que lo
aclamaban como a su liberador, no pasó desapercibida por el
Prefecto. Pilatos no se iba a quedar de brazos cruzados en vísperas de
la masiva peregrinación de la Pascua (Pesaj) ante lo que pudo
interpretar como un desafío al poder de un César paranoico como
Tiberio. En el año 36 E.C., Lucio Vitelio, el Legado de la provincia de
Siria lo destituyó por la brutalidad con que reprime una supuesta
revuelta de los samaritanos. Lo que confirma el testimonio de Filón de
Alejandría en cuanto a su crueldad.
En tiempos de Cristo no había televisión ni radio ni prensa. Los judíos
que no estaban en Jesuralén durante su Pasión no se enteraron de lo
que pasó hasta pasadas muchas semanas. En Jerusalén nos dicen los
Evangelios que las mujeres judías del pueblo lloraban entristecidas al
verle pasar con la cruz camino al Gólgota (Lucas 23, 27…Octava
Estación de la Vía Dolorosa). Los judíos que llevaron a Jesús a la
Cruz formaban parte de una oligarquía corrupta y no fue todo un pueblo,
mucho menos los que ni siquieran vivían en Jerusalén, en Judea o en la
Galilea como los centenares de miles de judíos que vivían en Alejandría,
Antioquía y en otras ciudades del Imperio Romano que no presenciaron
la Pasión. Sin embargo, recayó también sobre éllos la culpa.
Si una pandilla de pillos confabulados gritaron frente al Pretorio
“crucifíquenle” y luego dijeron: “recaiga sobre nosotros y nuestra
descendencia su sangre”, ¿con que autoridad lo hicieron en nombre de
todo el pueblo judío?, ¿acaso su maldad tiene el poder de condenar a
justos por pecadores?. En todo caso su maldición recaería solo sobre
éllos mismos. Asi lo dispuso Dios Padre en la Biblia: “No morirán los
hijos por culpa de sus padres. Cada cual morirá por su propio pecado”,
Deuteronomio 24, 16.
La Iglesia de Jerusalén estaba formada por judíos que conocieron y
siguieron a Jesús de Nazaret y lo recibieron como el Mesías prometido.
Observaban la Ley mosaica tal y como lo dispuso expresamente Jesús:
“No penséis que he venido a abolir la Ley mosaica y los Profetas. No he
venido a abolir sino a dar cumplimiento. Si, os lo aseguro, el cielo y la
tierra pasarán antes de que pase una “iod” o una tilde de la Ley mosaica
sin que todo suceda, Por tanto, el que traspase uno de estos
mandamientos por muy pequeños que sean y así lo enseñe a los
hombres, será el mas pequeño en el Reino de los Cielos. Pero quien los
cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos” (Mateo 5, 17).
Se le conoce también como “Iglesia de los Circuncisos” e inicialmente
sus miembros fueron llamados “nazarenos” (En hebreo “Natzerim”).
Esa primera Iglesia del siglo I estaba conducida por Jacobo el Justo
(Santiago) “el Hermano de Jesús” que decía: “La fe si no tiene obras es
muerta en sí misma”, Sant. 2, 14. Sin embargo, Santiago favoreció la
conversión de los gentiles siempre y cuando cumplieran con los
mandamientos de Noé (Nóaj). Según Eusebio de Cesarea muchos judíos
creyeron en Jesús movidos por las palabras y el buen ejemplo de
Jacobo el Justo. Flavio Josefus (S. I) y el historiador judeo-cristiano
Hegésipo (S. II) relatan que Santiago fué asesinado por las perversas
autoridades del Templo y sus secuaces. Lo sustituyó como Obispo de
Jerusalén Simón, un pariente de Jesús. Todos los Obispos de Jerusalén
hasta el año 135 fueron judeo-cristianos.
El judío fariseo Shaul Hatarsí que es San Pablo, el apóstol de los
gentiles, abolirá años después la obligación de cumplir con los
mandamientos de la Torá y predicará entre los gentiles o paganos
apartándose así de la Iglesia judeo-cristiana.
El Rey Salomón y los Profetas fueron judíos y todos los autores de los
libros de la Biblia también lo fueron a excepción de Lucas. Jesús, sus
12 Apóstoles, su madre María, San José, Lázaro, Marta y María de
Betania, María Magdalena, San Pablo, José de Erimatea, Nicodemo,
Simón el Leproso, Simón el Curtidor, los parientes de Jesús y los
primeros cristianos todos eran judíos. Destaca entre todos éllos Juan el
Bautista, en hebreo Yojanán Hamatbil, hijo del sacerdote Zacarías, que
tenía sus propios discípulos. Aunque Juan vivió, predicó y murió como
un judío piadoso es venerado por los cristianos como uno de sus
santos mayores. Dos mil años después, el fallecido Cardenal de
Francia, Monseñor Jean Marie Lustiger, fue un muchacho judío (Aarón)
salvado de ser deportado durante la segunda guerra mundial gracias a
la bondad de una familia católica. Su madre, Gisele Lustiger, murió
asesinada en el campo de concentración de Auschwitz por ser judía.
¿Acaso también son todos esos judíos de una “raza maldita” de
“pérfidos” y “usureros”?…¿Y los científicos judíos como el que
descubrió la vacuna contra el polio y que representan la cuarta parte de
los Premios Nobel de Medicina del mundo también lo son?
El Santo Padre Juan Pablo II conmovió al pueblo judío cuando en una
demostración de amor fraterno pidió perdón por esos agravios y por
ese odio injustificado durante su histórica visita a Israel en Marzo del
año 2000.
Antes el Papa había dicho: “En el mundo cristiano circularon durante
demasiado tiempo interpretaciones erróneas e injustas del Nuevo
Testamento que afectan al pueblo hebreo y a su presunta culpabilidad,
generando sentimientos de hostilidad en relación con este pueblo.
También contribuyeron a adormecer muchas conciencias, de modo que,
cuando se extendió por Europa la ola de persecuciones inspiradas por
un antijudaísmo pagano, que, en su esencia era al mismo tiempo un
anticristianismo, la resistencia espiritual de muchos no fue la que la
humanidad tenía el derecho de esperar de parte de los discípulos de
Cristo”, declaró el Papa Juán Pablo II el 1 de noviembre de 1997, en su
alocución a los participantes del coloquio sobre “El antijudaísmo en
ambiente cristiano”, que él mismo convocó en el Vaticano.
El uso indiscriminado durante siglos de la expresión LOS JUDIOS causó
un enorme daño que contribuyó a alimentar el odio al pueblo del
Antiguo Testamento. Los “judíos” esto…los “judíos” lo otro…Como si
todos los judíos fueran culpables generación tras generación de la
muerte de Cristo. Al respecto se pronunció el Papa Benedicto XVI en el
segundo tomo de su libro “Jesús de Nazareth”. El Santo Padre afirma
que en el Evangelio de San Juan el señalamiento contra “los judíos”
como quiénes instigaron la muerte del Señor no debe ser interpretado
como algo “racista” o una condena contra todo el pueblo de Israel.
“Después de todo, Juan mismo era étnicamente un judío, como también
lo eran Jesús y sus seguidores”, precisa el Papa. “Toda la primera
comunidad cristiana estaba formada por judíos. En el Evangelio de Juan
la expresión “los judíos” tiene un significado claro y definido: se está
refiriendo solo a la aristocracia del Templo”, concluye Su Santidad.
En Mateo 16, 21 Jesús señala claramente quiénes serían los que le
harían padecer: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus
discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte
de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas y que tenía que ser
ejecutado y resucitar al tercer día”. En Mateo 21, 15 dice que los sumos
sacerdotes y fariseos intentaban echarle mano pero temían al
pueblo que lo tenía por profeta.
El Concilio Vaticano II pide a los católicos un cambio de actitud hacia
los judíos en la Encíclica “Nostra Aetate” y voy a citarla
textualmente:”Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores
reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se
hizo, no puede ser imputado a todos los judíos que entonces vivían ni a
los judíos de hoy. Y si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se
ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios ni malditos, como si
ésto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente procuren
no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con
el Espíritu de Cristo, ni en la Catequesis, ni en la Predicación de la
Palabra de Dios. Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución
contra los hombres y conciente del patrimonio común que tenemos con
los judíos, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de
antisemitismo de cualquier tiempo y de cualquier persona. Por lo
demas, Cristo abrazó voluntariamente, movido por inmensa caridad, su
pasión y muerte, por los pecados de todos los hombres, para que todos
consigan la Salvación”.
Ciertas Iglesias protestantes no utilizan el odio a los judíos para
predicar la Palabra a pesar del antisemitismo de Lutero. Son gente
buena que se sienten unidos al pueblo judío a través del Jesús que
predicaba en las sinagogas . Parece que les va bien a juzgar por los
millones de cristianos que acuden a sus templos…Algunas de esas
Iglesias hasta aman activamente al pueblo judío y al Estado de Israel.
También hay católicos de buena voluntad que han rechazado el veneno
del antisemitismo. Y es que el odio y el amor son incompatibles con las
enseñanzas de Jesús. Más aún cuando ese odio se ensañó
inmisericordemente contra todo su pueblo generación tras generación.
Entre éllos destacan los “JUSTOS DEL MUNDO”. Así llamamos en Israel
con gratitud a aquellos cristianos que arriesgando sus vidas salvaron
judíos de morir exterminados por los nazis durante la Segunda Guerra
Mundial. Tal es el caso del Padre Marie Benoit, un capuchino que se
oponía al antisemitismo reinante en Europa por considerarlo
anticristiano y que salvó valerosamente a un gran número de judíos de
una muerte segura. El Padre Benoit fue perseguido por la Gestapo.
Israel lo condecoró en 1966.
Es interesante señalar que los judíos que vivieron por siglos en países
no cristianos como en la India y en China no fueron objeto de
humillaciones y persecuciones.
No nos queda más que lamentar el trágico e innecesario alejamiento
que durante casi 2000 años caracterizó las relaciones entre las dos
religiones de la Biblia: la Vieja Israel y la Nueva Israel. Al visitar Juan
Pablo II la sinagoga de Roma dijo: Jesús predicaba en las sinagogas y
yo soy el primer Papa que entra a una sinagoga.
Las sabias enseñanzas del Maestro Galileo estuvieron inicialmente
dirigidas al pueblo de la Primera Alianza pero posteriormente se establece a través del judío Saúl-Pablo una Nueva Alianza
con los gentiles y su mensaje ha llegado a todos los confines del
mundo. Sin embargo, el pequeño pueblo judío sigue siendo el
testimonio vivo más antiguo y perseverante de la fé en el Dios de Israel.
Quizás fue por eso que el Papa Juan Pablo II nos llamó sus “Hermanos
Mayores”.